Portal de la Universidad de la República
En el marco del 8M, el Portal de la Udelar dialogó con la docente Fernanda Olivar acerca de las desigualdades de la población afrodescendiente y en especial, de las mujeres afro a la hora de acceder a la educación terciaria y del lugar que ocupa este tema en el trabajo de la Udelar en pro de la democratización de la enseñanza. «Nosotras tenemos muy claro que donde no estamos no existimos», expresó.
Fernanda Olivar es antropóloga especialista en Políticas Sociales, docente integrante del Colectivo de Estudios Afrolatinoamericanos de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República (Udelar) y docente asistente en el Departamento de Medicina Familiar y Comunitaria de la Facultad de Medicina. Recientemente se integró al Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas (Ceifem) del Espacio Interdisciplinario de la Udelar, con la responsabilidad de dinamizar la interseccionalidad en los ejes de investigación del Centro, tarea que definió como «un lindo desafío».
Raza, clase y género
En primer lugar, Olivar explicó que para hablar sobre interseccionalidad es necesario señalar la tríada de base que la compone: raza, clase y género: «Si hablamos de interseccionalidad y no incorporamos la pata de la raza entendida como etnia, difícilmente estemos hablando del paradigma de la interseccionalidad tal y como la conocemos y desde donde se define», puntualizó.
Destacó que el feminismo interseccional tiene como elemento fundamental el desafío de poder posicionarse en una de las complejidades de los feminismos y de las mujeres en plural. «Es un desafío porque cada una desde su lugar y en forma situada y encarnada tenemos dificultades y necesidades de distintos tipos, lo que hace que inevitablemente siempre estemos haciendo alusión desde una perspectiva identitaria o vital específica», señaló. Entiende que esta identidad propia puede generar que el resto de las experiencias que transitan las mujeres en su condición de personas, se diluyan. Para Olivar el mayor desafío del feminismo interseccional es «ver cómo se conjugan, cómo convergen y cómo dialogan los diferentes privilegios y opresiones que cada una encarnamos y vivimos y cuál es el punto de encuentro, especialmente para armar una plataforma común de acción y pensamiento».
Aclaró que la interseccionalidad ha sido una herramienta fundamental para el afrofeminismo. En este sentido, resaltó que a partir del surgimiento de este concepto, se visualiza y luego se desarrolla una metodología de acción y de pensamiento y de alguna manera, las mujeres negras empiezan a existir en el mapa no sólo del feminismo sino también en el de las problemáticas sociales, en general. «Nosotras tenemos muy claro que donde no estamos no existimos», expresó. Sostiene que la interseccionalidad además de hacer visibles a las mujeres negras, «las hace pertenecer como sujetas pensantes, cognoscentes y como productoras de conocimiento».
Olivar define al afrofeminismo como «una corriente dentro de los feminismos que se enfoca en la experiencia de las mujeres racializadas, es decir no blancas y específicamente de las mujeres negras y afrodescendientes». Resaltó que no es un movimiento meramente académico sino que surge de las bases porque ante todo es un movimiento social. «Que luego haya podido irrumpir en la academia, en la educación terciaria, es otra conquista importante», afirmó.
Asimismo, identifica algunas tensiones en el concepto de interseccionalidad y entiende que «si la pata de la raza que tiene esa connotación positiva e importante se diluye, no solamente dejamos de existir otra vez y de pensar en la categoría de la raza y el racismo, sino que por otro lado, incurrimos en el racismo y la injusticia epistémica, contra las cuales las personas racializadas y en especial, las mujeres negras dentro de una institución académica, tenemos que luchar constantemente». Considera que esto se debe a que las mujeres negras están subrepresentadas dentro de las instituciones universitarias y a que estas son blancocéntricas, eurocentradas y los contenidos que se imparten en ellas se dirigen a un modelo universal establecido de ser humano. Asimismo, señala que en estas instituciones se aborda una historia universal que en realidad es bastante parcial, debido a que no ha habido un diálogo: «la historia la escriben los vencedores», apuntó. En ese sentido, señaló que «para las personas racializadas también ha habido muchos vencedores en nuestra historia porque por algo estamos vivas también».
Interseccionalidad en las instituciones educativas
Señaló que la Udelar desde 1918 se ha preocupado por tender a la masividad y aunque ésta ha estado muy ceñida a la cuestión de la clase, en el proceso ha ganado terreno también la discusión acerca del género. «Hoy nos rompe los ojos entrar a cualquier área o servicio universitario y ver el lugar sólo ocupado por varones, pero todavía no nos rompe los ojos que sean todas personas blancas y que no haya personas racializadas, que es un correlato de lo que pasa a nivel social», destacó. «Creo que todavía nos falta abrazar esa discusión a nivel Udelar», añadió. Sostuvo que los datos dejan visible esta problemática porque reflejan que hay una subrepresentación de todas las poblaciones minorizadas en general, de las poblaciones no blancas: hay un 5% de estudiantes, un 1% de docentes y un 8,3% de funcionariado TAS afro. De todas formas, considera que la cuestión de género ha sido fundamental para comenzar a posicionar el tema de la racialidad dentro de la Universidad.
Entre los avances de la Udelar en esta materia destacó que en el Instituto de Capacitación y Formación (ICF) se viene implementando en el marco de las capacitaciones a funcionarios y funcionarias, dentro del módulo de género, un módulo específico que aborda el tema género y afrodescendencia. En esta formación, en la que participa desde hace unos años el Colectivo de Estudios Afroamericanos que Olivar integra, ha sido muy interesante pensar por ejemplo cómo se incluye la pregunta de la ascendencia étnico racial en los formularios y en los diferentes documentos, porque parece difícil hablar sobre eso. «Es difícil hablar de esto en una sociedad como la nuestra que se debe un debate gigante y serio en las cuestiones de la raza», expresó.
Valora que es positiva esta discusión porque «aunque la Udelar no tiene en su carta orgánica un posicionamiento de exclusión a las poblaciones minorizadas, en los hechos muchas veces no nos sentimos invitadas y ante esto la cuestión es preguntarse por qué», afirmó. «Las instituciones las hacemos las personas y cuando no tenemos “un pienso” sobre las tensiones a la interna, somos las mismas personas las que ejercemos y proyectamos nuestras ideas y posicionamientos y hacemos que eso permee en el funcionamiento de las instituciones», apuntó.
Identifica por un lado, una necesidad en la cuestión instrumental vinculada a las aplicaciones de ciertas herramientas para conocer la conformación de la población universitaria. Esto sería fundamental para desagregar datos que permitieran conocer el número de personas afrodescendientes en el órden estudiantil, docente y dentro de los funcionarios y funcionarias de la Udelar. Entiende que por otro lado, es importante entender cómo se manifiesta esta problemática en la vida cotidiana, para lo que es necesario analizar lo que significa habitar un espacio.
En este sentido, este problema se manifiesta por ejemplo, en que las personas afrodescendientes se ven excluidas del sistema educativo formal en el tercer año del ciclo básico, con alrededor de 15 años. Los datos revelan que de cada diez adolescentes afro que culminan la escuela, tres terminan el ciclo básico y uno el bachillerato y no se sabe si estos últimos ingresan a la educación terciaria o no. «En ese camino de desafiliación, la soledad con la que se habitan y recorren los espacios universitarios es difícil de transitar y eso se agrava con las representaciones que la misma Universidad nos devuelve sobre nosotros y nosotras», afirmó. Estas representaciones se vinculan con cómo están armados los programas, las currículas, los contenidos, dónde y cómo aparecen las personas afroamericanas en los materiales didácticos, entre otros aspectos, apuntó.
Recordó que trabajando sobre el tema con docentes de Primaria, Secundaria y Universidad observó la falta de conocimiento y formación para encarar estas temáticas. Además, todos los docentes manejan los mismos materiales y lecturas, los textos escolares por ejemplo, continúan incorporando la historia de la esclavitud y la trata transatlántica de personas esclavizadas, «de una manera romántica, superflua, resumida, lo que no ayuda a conocer la complejidad de ese proceso». Reflexionó acerca de cómo es posible que un proceso de 500 años pueda reducirse a una carilla o un par de páginas mientras que otros procesos como las guerras mundiales que se desarrollaron en diez años ocupan tomos o capítulos enteros en los libros de historia. Entiende que este aspecto forma parte de las micropolíticas contra las que luchan quienes defienden los derechos de las personas afro.
Recuerda que desde que comenzó su carrera de Antropología en la Universidad en 2013 y en todo su transcurso nunca se habló de la población afrodescendiente: «nunca me sentí representada como persona afro y eso es muy excluyente, sobre todo en un ámbito en el que se supone que estamos generando o fomentando un pensamiento crítico», expresó.
Olivar resaltó que en el Colectivo trabajan mucho para posicionar el tema, la idea del sujeto afro contemporáneo: «somos personas que existimos, que somos parte de la población mundial y que por tanto, nos atraviesan las mismas problemáticas que al resto de la población, vivimos dentro de la misma sociedad», señaló. «¿Por qué es difícil y no se encuentra la forma de integrar la discusión sobre raza, racismo, afrodescendencia, en cualquier materia, en cualquier contenido curricular?», se preguntó. «Es alarmante ver las dificultades que genera nuestra existencia», señaló.
Entiende que existió un relato hegemónico que de alguna manera ha dejado a la población afrodescendiente «en un segundo plano, como un actor secundario». «Aparecemos como a saltos en la historia pero esos momentos siempre son útiles a un relato, a una construcción identitaria, nacional, que no nos reconoce», apuntó. Considera que incluso las personas que no están involucradas deben tener un posicionamiento sobre la raza, el racismo y la afrodescendencia «porque es un problema social, es un problema de todos y todas. Incluso quienes no son los directos involucrados deben tener un posicionamiento porque sin ser afro, sin hablar por el otre, podes tener un posicionamiento sobre la cuestión de la raza, de la afrodescendencia y eso es necesario», afirmó.
Hacia una Universidad antirracista
La docente considera que la Universidad de la República «tiene un posicionamiento en defensa de los derechos humanos explícita» y existen diversas líneas de investigación, docencia y extensión y acciones concretas en este sentido. Por eso sostiene que es necesario que la Universidad se pregunte como institución «¿por qué si abrazamos los derechos humanos no estamos pudiendo todavía colocar esta cuestión del antirracismo como parte de esta defensa?», indicó.
En esta línea, explicó que la Udelar como ente autónomo se encuentra dentro del mandato de la ley 19122 que fija acciones para favorecer la participación en las áreas educativa y laboral de las personas afrodescendientes. Entre ellas se obliga a los entes autónomos a destinar el 8% de los puestos de trabajo a ser llenados en el año, para ser ocupados por personas afrodescendientes que cumplan con los requisitos constitucionales y legales para acceder a ellos, previo llamado público y también a incorporar cupos para personas afrodescendientes en los sistemas de becas y apoyos estudiantiles, puntualizó.
Señaló que si bien aún existen muchos problemas con la aplicación de la llamada «ley de cuotas» y necesita ajustes, la Udelar está bajo ese paraguas y tendría que sentirse obligada a generar ese porcentaje de cuotas y reservas de ese cupo para el ingreso de personas afrodescendientes. De aplicarse esta reglamentación, se favorecería que la representación afrodescendiente del plantel docente se incremente, así como también la del funcionariado TAS, aseguró.
También la implementación del artículo 6 que refiere al sistema de becas, necesita una discusión, indicó, porque implica una cuotificación en una Universidad que es pública y gratuita y conociendo cómo es la trayectoria educativa de las personas afrodescendientes y los pocos que llegan en condiciones para ingresar a la educación terciaria, es importante focalizar en qué condiciones llegan, las oportunidades que tienen y la profunda brecha educativa que existe. Por eso, entiende que la pregunta sobre en qué condiciones llega el estudiantado a la Universidad no es suficiente porque cae en la universalidad que invisibiliza más a las poblaciones minorizadas y por eso es necesario ir más allá de esa pregunta y uno de los criterios es el de etnia-raza.
Asimismo, señaló que ampararse en la ley de cuotas significa brindar información en una declaración jurada y ahí es necesaria la formación de los cuerpos administrativos para la correcta aplicación de estas herramientas porque «el racismo institucional muchas veces pasa por la actuación de los y las funcionarias y no reciben un posicionamiento explícito de la institución de desincentivar a ciertos grupos poblacionales», aclaró. Además, existen los vacíos de penalizar la información falsa y eso «ralentiza los cambios sociales y profundiza las tensiones entre las personas porque se abona la idea de que estas políticas son innecesarias o que cualquiera puede hacer uso de estas herramientas y está la idea del beneficio, o como se escucha mucho que es el camino corto para conseguir algo», puntualizó.
Por eso, afirma que «es muy importante que la información circule para que se genere el debate y la conciencia sobre estas cuestiones» y además es necesario que «cuando se identifique una manifestación de racismo haya una presión social para que se pueda actuar y esto generaría una responsabilidad ciudadana», apuntó.
Además, la ley se refiere al fomento a la investigación en estos temas y a la formación docente y por eso nos permite reflexionar que «si no estamos todes en la educación superior también es un acto de injusticia social y de injusticia epistémica que implica que en el producto de esta discriminación tengamos una fuga de inteligencia y una fuga de saberes», manifestó. Entonces, «¿Qué podemos aportar los grupos que históricamente hemos estado por fuera de la institución? Pocas veces pensamos en eso», reflexionó.
Pensar acerca del racismo en la educación
Olivar integra el Colectivo de Estudios Afrolatinoamericanos, un grupo de investigación identificado en la CSIC de la Udelar que surgió en 2018 y centra su actividad en el estudio de las condiciones de vida de la población afrodiaspórica en América Latina, haciendo énfasis en el estudio de los efectos del racismo en la educación y las representaciones sociales. «Desde el colectivo siempre nos posicionamos como personas militantes y hemos elegido activar desde la Universidad nuestro rol docente», aseguró. Señaló que desde sus cargos de docentes universitarios trabajan en la formación dentro y fuera de la Udelar, la investigación y la docencia universitaria a partir de la representación social de la afrodiaspora, la situación de las mujeres y jóvenes afrodescendientes y la educación antirracista como ejes temáticos.
Explicó que los cinco integrantes del Colectivo entienden que a partir de su rol docente tienen «una responsabilidad ética de habitar este espacio y de tener una voz y un lugar de enunciación y cierta posibilidad de accionar en este sentido».
Comentó que en el 2022 el Colectivo lanzó en el marco de la Escuela de Gobierno de la Udelar un curso de Educación Permanente llamado Aportes para una Universidad antirracista, que tuvo una gran participación.
Olivar hizo referencia al término «intersticio» que utilizan desde el Colectivo. Entienden que este concepto tiene relación con la docencia universitaria porque aunque «ha habido un creciente aumento de egresados y egresadas afro y eso ha permitido que lo afro-centrado se posicione como una manera de habitar y hacer posible una nueva forma de conocimiento. En realidad no estamos inventando nada», expuso. Detalló que el paradigma del afrocentrismo surge en 1980 por un intelectual africano en una universidad estadounidense y se refiere a «sacar a la luz la historia contada por las propias personas afrodescendientes». Considera que este paradigma ayuda mucho a la construcción de una educación anti-racista porque posiciona dos elementos fundamentales para generar un pensamiento critico a las formas hegemónicas de la enseñanza-aprendizaje: por un lado la localización -dónde surge el conocimiento, cómo circula, cuáles son los mecanismos de interacción, cuáles son las barreras que se generan con el lenguaje-. Y por otro lado, la agencia, la posibilidad de ser agentes, es decir, la capacidad de acción y de transformación en la sociedad.